Piezas finales: Poesía a dúo


TASIS Dorado: I Jornada de literatura y performance
30 de enero 2016

Selección de todas las piezas elegibles para la competencia:  Poesía a dúo
1.  En esta noche
2. Barrio  sin luz
3. Puerto supe
4. Nombra el poeta
5. Nota XII
6. Grave
7. María Cristina
8. Invierno para leerlo

EN ESTA NOCHE, EN ESTE MUNDO, de  Alejandra Pizarnik


A Martha Isabel Moia

en esta noche en este mundo
las palabras del sueño de la infancia de la muerta
nunca es eso lo que uno quiere decir
la lengua natal castra
la lengua es un órgano de conocimiento
del fracaso de todo poema
castrado por su propia lengua
que es el órgano de la re-creación
del re-conocimiento
pero no el de la re-surrección
de algo a modo de negación
de mi horizonte de maldoror con su perro
y nada es promesa
entre lo decible
que equivale a mentir
(todo lo que se puede decir es mentira)
el resto es silencio
sólo que el silencio no existe

no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?
en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve

¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible

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BARRIO SIN LUZ,  de Pablo Neruda.

¿Se va la poesía de las cosas 
o no la puede condensar mi vida? 
Ayer -mirando el último crepúsculo- 
yo era un manchón de musgo entre unas ruinas. 

Las ciudades -hollines y venganzas-, 
la cochinada gris de los suburbios, 
la oficina que encorva las espaldas, 
el jefe de ojos turbios. 

Sangre de un arrebol sobre los cerros, 
sangre sobre las calles y las plazas, 
dolor de corazones rotos, 
podre de hastíos y de lágrimas. 

Un río abraza el arrabal 
como una mano helada que tienta en las tinieblas: 
sobre sus aguas se avergüenzan 
de verse las estrellas. 

Y las casas que esconden los deseos 
detrás de las ventanas luminosas, 
mientras afuera el viento 
lleva un poco de barro a cada rosa. 

 



Lejos... la bruma de las olvidanzas 
-humos espesos, tajamares rotos-, 
y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean 
los bueyes y los hombres sudorosos. 

Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas, 
mordiendo solo todas las tristezas, 
como si el llanto fuera una semilla 
y yo el único surco de la tierra.



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PUERTO SUPE,  Blanca Varela

 

 

Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo,
sombra veloz, nubes de espanto,
oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.

Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.

¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!

Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro
escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.

Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación,
un mismo tiempo de chorreantes dedos
y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.

Amo la costa,
ese espejo muerto en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.

Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre
ciego pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche.

Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente
en donde lloro a solas.

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NOMBRA EL POETA...,  Eduardo Lizalde

 

Nombra el poeta

con un silencio ante la cosa oscura,

con un grito ante el objeto luminoso.

 

Pero ¿qué cosa dicen de las cosas los nombres?

¿Se conoce al gallo por la cresta

guerrera de su nombre, gallo?

¿Dice mi nombre, Eduardo, algo de mí?

 

Cuando nací ya estaba creado el nombre,

mi nombre,

pero creció conmigo

como un zarzal de letras,

penetró en la sangre

que llenaba apenas el fondo de la copa,

tiburón en playas bajas.

Fue prendiendo sus garfios en mi cuerpo,

se enredó con mis vísceras,

infló un segundo, verde corazón

junto al mío.

 

El nombre deja marca,

trastorna el laberinto digital,

cicatriza y se abre

su herida terminada en o,

como la piel del lago con la quilla

de la palabra guijarro.

Y nada, pese a todo, dice el nombre de mí.

Tener nombre no es nada, cosa en el vuelo.

 

Las  relaciones de cosas,

los idilios librados entre cosas,

los privadísimos odios

entre la dalia y la silla,

los parentescos de sangre establecidos

entre el felpudo verde y los poemas

de Gonzalo de Berceo,

la sospechosa bastardía

del plumero en la jaula de los leones

¿tiene su nombre?

 

Cosa desnuda,

transparente a fuerza de proyectar

sin nombre su materia.

 

Cosa en escape,

como el vuelo extremado más veloz que el vuelo

o caza sin alcance.

 

He aquí la cosa para nombrar, poeta:

nombre del pan que tiembla ante el cuchillo,

del cuadro que en el terremoto

altera el ojo y el pincel,

del crimen y el asado de ternera.

 

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Pieza: “Nota XII” Juan Gelman

 

los sueños rotos por la realidad

los compañeros  rotos por la realidad/

los sueños de los compañeros rotos

¿están verdaderamente rotos/perdidos/nada/

 

se pudren bajo tierra?/¿su rota luz

diseminada a pedacitos bajo tierra?/¿alguna vez

los pedacitos se van a juntar?

¿va a haber la fiesta de los pedacitos que se

reúnen?

 

y los pedacitos de los compañeros/¿alguna vez

se juntarán?

¿caminan bajo tierra para juntarse un día

come dice manuel?/¿y se

juntarán un día?

de esos amados pedacitos está hecha nuestra

concreta soledad/

per/dimos la suavidad de paco/la tristeza de

haroldo/la lucidez de rodolfo/

el coraje de tantos

 

ahora son pedacitos desparramados bajo todo

el país

hojitas caídas del fervor/la esperanza/la fe/

pedacitos que fueron alegría/combate/

confianza

en sueños/ sueños/ sueños/ sueños/

 

y los pedacitos rotos del sueño/se juntarán

alguna vez?

¿se juantarán algún día/pedacitos?

¿están diciendo que los enganchemos al tejido

del sueño general?

¿están diciendo que soñemos mejor?

 

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GRAVE, de Pedro Mir

 

¡Cuántos niños han muerto

a la sombra de nuestras esperanzas!

Nosotros los mayores no merecemos perdón.

 

Utilizamos la ternura para infundir

y las escuelas matutinas para inculcar

las estatuas callejeras para infligir

y los discursos en la plaza para perpetrar

y los manuales y las prédicas y los

premios dominicales y los programas

infantiles en la televisión y luego

los dejamos morir traspasados por

las bayonetas. ¡Cuántos niños han muerto

a la sombra de nuestras esperanzas!

 

Nosotros los mayores somos inventores

del cariño y luego productores de la bayoneta.

Nosotros acariciamos la esperanza y luego

somos los impávidos verdugos de la esperanza.

 

Hemos inventado la ley y el cumplimiento

de la ley. Hemos creado la vida y decretado

la muerte. Somos los treinta dineros

de nuestras propias alegrías. Merecemos

tristeza, merecemos eternamente la esperanza.

 

 

 

 

Vivir la realidad y estrangular

los sueños. Ajusticiarlos a quemarropa.

Ponerles nuestros nombres y asesinarlos.

Nosotros los mayores que hemos perdido

el respeto al pasado y asesinamos el futuro:

 

 

Los que decimos: ¡son los hijos ajenos!

como si fueran ajenos nuestros hijos

como si fueran hijos del árbol o de las rocas

a del crepúsculo boreal como si fueran

hijos de la llama y del ornitorrinco

como si fueran hijos de otros sistemas

solares o patrias cósmicas ultravioletas

coma si nosotros las mayores no fuéramos

los padres de los hijos a silos hijos

de los mayores fueran los hijos de los menores.

 

Somos nosotros los culpables. Somos

los implacables destructores de nosotros mismos.

No merecemos perdón. Merecemos la esperanza

eternamente sumergidos en la esperanza.

 

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MARÍA CRISTINA, de Sandra María Esteves

 

Mi nombre es María Cristina

soy una mujer puertorriqueña

nacida en  El Barrio

Nuestros hombres, ellos me llaman Negra

porque me aman

y yo a mi vez

los enseño a ser fuertes

respeto sus costumbres heredadas

de nuestros orgullosos antepasados.

 

No los  mortifico

con ropas provocativas

no duermo

con sus hermanos y primos

aunque se me ha dicho que

esta es una sociedad liberal

no enveneno sus barrigas

con comidas instantáneas artificiales

en nuestra mesa hay alimentos

de la tierra y del alma.

 

 

Mi nombre es María Cristina

hablo dos lenguas

que rompen una en la otra

pero mi corazón habla el lenguaje

de gentes nacidas en la opresión

no me quejo

de  cocinar para mi familia

porque mi abuela me enseñó

que la mujer es dueña del fuego

 

 

no me quejo

de amamantar a mis niños

porque yo determino

la dirección de sus valores

soy la madre

de un nuevo tiempo de guerreros

soy la hija

de una raza de esclavos

enseño a  mis hijos

cómo respetar sus cuerpos

para que no se endroguen y mueran

en las vergonzosas sombras bajo la escalera

enseño a mis hijos a leer y desarrollar sus mentes

de modo que comprendan

la realidad de la opresión

los enseño con disciplina y amor

para que se vuelvan hombres fuertes

y llenos de vida

mis ojos reflejan la pena

de aquello que fue en mi vergonzosamente olvidado

pero mi alma

mi alma refleja la fuerza de mi cultura.

 

Mi nombre es María Cristina

soy una mujer puertorriqueña

nacida en El Barrio.

Nuestros hombres, ellos me llaman Negra

porque me aman

y yo a mi vez

los enseño a ser fuertes.

 

 

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INVIERNO PARA BEBERLO Vicente Huidobro


El invierno ha llegado al llamado de alguien
Y las miradas emigran hacia los calores conocidos
Esta noche el viento arrastra sus chales de viento
Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas

Oíd crepitar el arcoiris mojado
Bajo el peso de los pájaros se ha plegado

La amargura teme a las interperies
Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso
Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis
Sacudiendo siempre ese abanico vegetal

Seducciones de antesala en grado de aguardiente
Alejemos en seguida el coche de las nieves
Bebo lentamente tus miradas de justas calorías

El salón se hincha con el vapor de las bocas
Las miradas congeladas cuelgan de la lámpara
Y hay moscas
Sobre los suspiros petrificados

Los ojos están llenos de un líquido viajero
Y cada ojo tiene un perfume especial
El silencio es una planta que brota al interior
Si el corazón conserva su calefacción igual

Afuera se acerca el coche de las nieves
Trayendo su termómetro de ultratumba
Y me adormezco con el ruido del piano lunar
Cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia

Cae
Nieve con gusto a universo
Cae
Nieve que huele a mar

Cae
Nieve perfecta de los violines
Cae
La nieve sobre las mariposas

Cae
Nieve en copos de olores
La nieve en tubo inconsistente

Cae
Nieve a paso de flor
Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo

Simiente de sonido de campanas
Sobre los naufragios más lejanos
Calentad vuestros suspiros en los bolsillos
Que el cielo peina sus nubes antiguas
Siguiendo los gestos de nuestras manos

Lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias
Y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío
El cielo emblanquece nuestra atmósfera
Entre las palabras heladas a medio camino
Ahora que el patriarca se ha dormido
La nieve se desliza se desliza
se desliza
Desde su barba pulida

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