Piezas finales: Drama a dúo


TASIS Dorado
I Jornada de literatura y performance
30 de enero 2016

Selección de todas las piezas elegibles para la competencia: Drama a dúo
 
Pieza: “Nuestra señora de las nubes” -  Escena II, de Arístides Vargas

ESCENA II

La fundación de Nuestra Señora de las Nubes, según Bruna. Ésta recuerda cómo Don Tello sacaba a su hija Irma a pasear, vestida de novia, mostrándoles a los hombres sus manos.

 

D. TELLO: Verás hijita, yo no soy mala persona, simplemente sucede que ya tienes edad de casarte y si los hombres no piden tu mano es porque no se la muestras.

 

IRMA: Pero, padre... si en este pueblo no vive nadie

 

D. TELLO: Anda hijita, muéstrales tus manos a los hombres.

 

IRMA: No hay hombres, padre… además me siento ridícula.

 

D. TELLO: Es mejor la ridiculez a la soledad, y a la soledad se la reconoce por  dos cosas: las manos y el aliento. Anda hija, échales tu aliento a los hombres.

 

IRMA: ¿Por qué es usted tan cruel?

 

D. TELLO: Levanta las manos. ¿Ves? No hay sortija en tus dedos. Tus manos están solteras, es terrible para una mujer tener las manos vírgenes y el aliento a nada.

 

IRMA: No me quieren, padre...

 

D. TELLO: ¡Miserables, son todos unos miserables! ¿Y sabes por qué? Porque han olido tu aliento a cosa vieja, tu aliento en ayunas.

 

IRMA: Padre no quiero respirar.

 

D. TELLO: Todos en la familia tenemos el mismo aliento a flores secas.

 

IRMA: No padre, mi aliento no huele a nada, mi cuerpo tampoco huele a nada, una puerta posee un olor más intenso que el mío.

 

D. TELLO: ¡Cállate, tú no sabes nada! A esta hora el sol calienta la calle y calienta los sesos de los hombres.

 

IRMA: Las calles están solas y yo estoy fría.

 

D. TELLO: Los ojos de los hombres te derretirán.

IRMA: Nadie mira porque tras las puertas no hay nadie; solo el frío nos habita.

 

D. TELLO: ¡Cállate, tú no sabes nada!

 

IRMA: Soy una montaña helada.

 

D. TELLO: ¡Cállate!

 

IRMA: Pueden escalarme, pero en la cima de mi cuerpo las nieves son eternas.

 

D. TELLO: ¡Cállate Irma...! Si levantas las manos podrás tocar el otro sol.

 

IRMA: No vale la pena, padre, ya me acostumbré al frío.

 

D. TELLO: Por eso estás tan pálida, de tanta oscuridad y tanto frío. ¡Anda, levanta el rostro, que los hombres te vean y que el otro sol te queme!

 

IRMA: Soy una montaña oscura.

 

D. TELLO: Mientras viva no permitiré que te quedes sola y te las pases llorando...

 

IRMA: Los glaciares lloramos lágrimas de hielo.


D. TELLO: ¡Calla, tu no sabes nada! ¡Vamos, muéstrales a los hombres cómo se derriten las nieves de tus pechos!

 

IRMA: ¿No se da cuenta que no hay nadie, que el viento cierra las puertas

a mi paso?

 

D. TELLO: No importa, tú las abrirás, muéstrales que eres capaz, muéstrales que eres hija mía, muéstrales cómo tus manos abren las puertas de los hombres, golpea la puerta de los hombres.

 

IRMA: Sólo el viento golpea la puerta de Nuestra Señora de las Nubes y tampoco le abren porque adentro no hay nadie, las puertas de este pueblo guardan el vacío.

 

D. TELLO: Al viento no le abren porque trae mala suerte.

 

IRMA: Seguro que a mí me trajo el viento.

D. TELLO: Por eso no te quieren... El día que naciste corrió un viento caliente, lo recuerdo: traía periódicos viejos y naranjas podridas; por eso no te quieren. ¡Anda, diles que te quieran, diles que te quieran...!

 

IRMA: No me quieren, padre. Soy una mujer... que...

 

D. TELLO: ¡Cállate! Eres como tu difunta madre: poco convincente y llena

de dudas.

IRMA: Padre...

 

D. TELLO: ¡Cállate! Tú no sabes nada, eres aburrida y llena de dudas.

 

IRMA: No me quiero casar.

 

D. TELLO: Hoy día te casas.

 

IRMA: No.

 

D. TELLO: ¡Muéstrales tus brazos, échales tu aliento, muéstrales las nieves de tus pechos! Anda hija, habla a los hombres.

 

IRMA: No me voy a casar.

 

D. TELLO: Diles que te quieran.

 

IRMA: Padre, por favor...

 

D. TELLO: ¡Háblales, ellos sabrán entender!

 

IRMA: Está bien, voy a hablar.

 

D. TELLO: ¡Esa es mi hija!

 

IRMA: Señores...

 

D. TELLO: Hombres...

 

IRMA: Señores hombres de Nuestra Señora de las Nubes. Soy una mujer sola, sola y tonta, porque a menudo a las solas se nos considera tontas, tonta y sola. Para nosotras el sol no es radiante, es un sol mortecino y atontado; para nosotras los días felices son los lunes porque es un día tonto donde hay tanta cosa qué hacer que olvidamos por un instante que el domingo hemos cometido la  tontería de ser profundamente infelices. Solas y tontas vamos por  el mundo hasta que nos morimos como los tontos: de un ataque de soledad al corazón... ¡Quiéranme, por favor...!

 

D. TELLO: Eres como tu difunta madre: poco convincente y llena de dudas.

 

IRMA: Como les decía. Quiéranme, porque si no me tendrán que señalar con el dedo, hurgar con el dedo la textura de mi corazón tonto y nublado e inventar sobrenombres que con mucha amargura  cargamos las mujeres como yo: solterona, mueble viejo, guitarra vieja, sólo llanto... Para evitar todo eso es que me voy a casar con el único hombre que tiene interés por mí en Nuestra Señora de las Nubes: mi padre.

 

D. TELLO: ¡Estás loca! ¿Qué estás diciendo?

 

IRMA: Así todo quedará en familia, padre; tendremos hijos que serán nuestros hermanos y nietos; a la vez, mi difunta madre será mi difunta suegra, los nietos serán sobrinos, hijos hermanos de su padre y así llenaremos de familias las casas vacías de Nuestra Señora de las Nubes...

D. TELLO: ¡Suéltame Irma, estás completamente loca!

 

IRMA: Vamos a la iglesia, padre... Dios sabrá comprender.

 

D. TELLO: ¡Irma, por favor!

 

IRMA: Vamos padre, hay que llenar de hijos este pueblo.

 

D. TELLO: ¡Estás loca! ¡Estás completamente loca!

 

IRMA: No, estoy sola, hay que llenar de soledad este pueblo

 

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Pieza: “Nuestra señora de las nubes”- Escena IV,  de Arístides Vargas

 

ESCENA IV Bruna recuerda como el Gobernador narraba a su esposa la hecatombe causada por Memé, influenciado por los cuentos de la Abuela Josefa

 

GOBERN.: Que no Memé, que no… que la fundación de Nuestra Señora de Nubes, no es a partir de un incesto… fuera de mi despacho… (Pausa) ¡Fuera de mi despacho! ¡Esto es un bochorno, un bochorno! ¡Querida! ¡Querida!

 

ESPOSA: ¿Sí, mi amor?

 

GOBERN.: ¿A que no sabes quién ha venido hace un momento a mi despacho?

 

ESPOSA: No, como yo no estaba en el despacho…

 

GOBERN.: Pero yo sí, por eso te lo estoy contando…Memé, el idiota ese, ha venido a mi despacho ¿A que no sabes a qué? A decirme que según vínculos familiares recientemente revelados, yo soy su padre... y yo le dije: Mira Memé, yo soy el gobernador de Nuestra Señora de las Nubes, soy como un padre de la patria Memé, pero eso no quiere decir que yo sea tu papá, es una metáfora cívica…

 

ESPOSA: ¡Pero qué ocurrencia...!

 

GOBERN.: ¿Y a que no sabes de quién es la culpa?

 

ESPOSA: Mía no…

 

GOBERN.: No tuya no, pero que manía que tienes de echarte la culpa por todo, querida.

 

ESPOSA: Es que tú dices que yo siempre meto la pata.

 

GOBERN.: Pero ahora no, la culpa es de la abuela de Memé, esa vieja de mierda, que inventa historias descabelladas vaya a saber con qué propósito.

 

ESPOSA: Hay que mantenerse unidos contra la canallada, como sabes decir tú.

 

GOBERN.: Yo le dije, espérate un momento Memé, mira… Somos un pueblo conventual y franciscano, pero eso no quiere decir que  seamos uña y mugre como se dice vulgarmente; un día de estos en este pueblo se arma un despelote descomunal…Ahora yo me pregunto en este punto…no, mejor me pregunto en este punto: ¿Quién es Memé? ¿Quién es Memé?

 

ESPOSA: Bueno…Memé es ese muchacho que vive solo con su abuelita, y que todo mundo dice que es tonto, pero yo creo que es…

 

GOBERN.: ¡No te he preguntado a ti, no te he preguntado a ti…!

 

ESPOSA: ¿A quién sino? En este lugar estamos solo tú y yo.

 

GOBERN.: Es una pregunta general y abstracta, y yo, de manera general y abstracta, me respondo: Memé, es un estúpido, un tarado, un orate…

 

ESPOSA: ¿Un qué?

 

GOBERN.: Un orate; y figúrate que en este pueblo le siguen a ese loco como si se tratara del Mesías; en este pueblo se va armar un despelote descomunal, un día suenan tres tiros y no queda títere con cabeza…¿Y sabes de quién es la culpa?

 

ESPOSA: Mía no…

 

GOBERN.: No, tuya no, que manía que tienes de sentirte culpable por todo, querida.

 

ESPOSA: Es que tú haces unas preguntas…

 

GOBERN.: En este caso no es tu culpa, la culpa es de la abuela de Memé, esa vieja de mierda que anda gritando a los cuatro vientos que en este pueblo todos somos hermanos ¿y sabes lo que dijo Memé?

 

ESPOSA: No, como yo no estaba en el despacho…

 

GOBERN.: Pero yo si por eso te lo estoy contando…por las habladurías de ese loco, esos indios de los Vásconez le han armado litigio a los Molina ¿Y todo por qué? Porque el idiota de Memé fue con el chisme de que la tierra les pertenece. ¿Para qué quieren la tierra?  Suficiente con la que tiene en las orejas. ¿Qué quieren los Vásconez? ¿Que les regalen lo que las familias honorables se han ganado con esfuerzo y sacrificio? ¡No, por favor, esto es el colmo!

 

ESPOSA: Siempre fueron unos muertos de hambre, y ahora quieren sentarse a nuestra mesa.

 

GOBERN.: Y todo porque esa vieja anda gritando a los cuatro vientos que aquí todos somos parientes. ¡Imagínate!

 

ESPOSA: No me lo imagino.

 

GOBERN.: Ni yo me lo imagino.

 

ESPOSA: ¿A quién se le ocurre...?

GOBERN.: Al idiota de Memé que no contento con la desazón creada en las familias honorables, ahora se dedica a soliviantar a los populares, como la familia Gallo a la que fue con el chisme de que la casa que habitan los Robles, les pertenece, porque el abuelito Gallo la construyó; claro que la construyó porque era albañil, ni más faltaba. Qué querían, ¿Qué la construyera el licenciado Robles que era abogado? Aquí se va a armar un relajo, es un pueblo condenado al desorden y la anarquía ¿Y todo por qué? Porque al idiota de Memé se le ha metido que aquí somos todos hermanos. ¡No, por favor, no caigamos tan bajo!

 

ESPOSA: Se les ha dado de todo ¿Qué quieren?

 

GOBERN.: ¿Qué quieren? ¡Un bochorno!

 

ESPOSA: Cría cuervos y te arrancarán los ojos.

 

GOBERN.: ¿Pero quién es Memé para que en este pueblo se haya creado tal desorden, un pánfilo que no sabe dónde está parado.

 

ESPOSA: Un orate sin remedio, como sueles decir tú.

 

GOBERN.: Imagínate que la gente le sigue al tonto ese como a un Mesías.

 

ESPOSA: Inimaginable.

 

GOBERN.: Imagínate que ese idiota dijo que soy su padre.

 

ESPOSA: ¿Eres su padre?

 

GOBERN.: ¿Su padre? ¡Por supuesto que no!, además tú te hubieses enterado, eres mi esposa y yo jamás tendría un hijo sin el consentimiento de mi esposa.

 

ESPOSA: Pero yo no he tenido hijos...

 

GOBERN.: Yo tampoco.

 

ESPOSA: ¿De quién es hijo Memé?

 

GOBERN.: No sé; además dijo que tú eres mi hermana.

ESPOSA: Cría cuervos…

GOBERN.: ¿Eres mi hermana?

 

ESPOSA: ¡Por supuesto que no! Además, si estuvieras casado con tu hermana ¿yo dónde dormiría? No... ¿Yo sería tu cuñada? ¡Que lío!

GOBERN.: ¡Claro que no eres mi hermana!

 

ESPOSA: Es lo que estaba diciendo…

 

GOBERN.: Es que lo dices de una manera…

 

ESPOSA: Intentaba razonar.

 

GOBERN.: Pero es un razonamiento lleno de dudas, no se puede razonar de esa manera, un razonamiento lleno de baches, no se puede decir: Si…tal vez…. Quizás… ¡aaaaahhh! Y caer en un abismo.

 

ESPOSA: Me estás agrediendo.

 

GOBERN.: Tú no eres mi hermana y punto.

 

ESPOSA: Es un idiota ese Memé, ¡Yo, tu hermana! ¿A quién se le ocurre?

 

GOBERN.: Esa vieja es la jodida, tiene los pensamientos podridos. ¿Y si fuéramos hermanos, qué?

 

ESPOSA: No somos hermanos.

 

GOBERN.: ¿Y si lo fuéramos, qué?

 

ESPOSA: Sí, qué.

 

GOBERN.: ¿Y qué?

 

ESPOSA: ¿Y si somos hermanos, qué?

 

GOBERN.: ¿Qué? ¡Sería horrible! ¿Pero, qué?

 

ESPOSA: ¡Horrendo!... ¿Qué?

 

GOBERN.: ¿Por qué me miras así? Yo no soy tu hermano.

ESPOSA: Te miro como siempre te he mirado, pero si tú encuentras en mi mirada algún signo familiar es culpa tuya, por algo será. ¿Me ocultas algo?

 

GOBERN.: Piensas que te oculto algo porque seguramente tú ocultas algo.

 

ESPOSA: Yo no soy tu hermana para que me trates así.

 

GOBERN.: Yo no he dicho que seas mi hermana.

 

 

ESPOSA: Lo insinúas en el trato.

 

GOBERN.: Este depende del maltrato que tú me das.

 

ESPOSA: (Después de una pausa) Tengo miedo. Por las dudas nunca más dormiremos juntos, no nos besaremos en la boca, no nos acariciaremos nunca más, ni que te metas en mi cama y me hagas cosas…

GOBERN.: Ese idiota ha logrado hacernos dudar de lo que somos. No pasa la tarde ni cae la noche, viviremos siempre en la grisura del crepúsculo, han logrado arrastrarnos a la melancolía de ese tonto; este pueblo se hunde en la tristura y la duda.

 

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Pieza: “Nuestra señora de las nubes”- Escena IX, de Arístides Vargas

 

ESCENA IX- Tercer encuentro entre Bruna y Oscar.

 

BRUNA: El exilio comienza cuando comenzamos a matar las cosas que amamos, pero no las

matamos de una vez, tal vez en años... Es como si el tiempo nos pusiera un cuchillo en las manos y con él matáramos los instantes en los cuales alguna vez fuimos dichosos; no lo hacemos con saña porque no creo que el tiempo actúe con saña sobre nuestros pobres recuerdos, lo hacemos con la misma suavidad con que estos recuerdos se hacen presencia y con la misma violencia que produce el después, el no me acuerdo, el cómo se llamaba.

 

OSCAR: ¡No puede ser! Esta gente me mira como si yo fuera marciano.

 

BRUNA: Perdón, me parece haber visto su cara en otro lado.


OSCAR: Imposible, tengo una cara y la uso poco.

 

BRUNA: ¡Claro! Usted fue el que me contó aquellas historias de amor, por cierto, un poco truculentas.

 

OSCAR: ¡Ah! Usted era... ¡Claro! ¿Y qué está haciendo?

 

BRUNA: Recitando.

 

OSCAR: ¿Es poeta?

 

BRUNA: Sí.

 

OSCAR: Recite algo que se pueda bailar y sepamos todos.

 

BRUNA: Encantada: las casas pobres de Nuestra Señora de las Nubes se hacen la permanente en los días cálidos de agosto, y en los días lluviosos de abril se despeinan. Los carros policiales de Nuestra Señora de las Nubes hacen bostezar sus ventanas desde nos ladran escopetas enanas...

 

OSCAR: ¿Por hacer esos poemas bailables la echaron de su país?

 

BRUNA: En mi país bailar era considerado delito en segundo grado.

 

OSCAR: Pero son poemas inocentes.

BRUNA: En mi país nada era inocente.

 

OSCAR: Pero ahora no se persigue por hacer poemas.

BRUNA: Ahora nadie se exilia por motivos políticos, se exilian porque hicieron un desfalco, o porque robaron.

 

OSCAR: Yo creo que hay un exilio por motivos políticos.

 

BRUNA: ¿Cuál?

 

OSCAR: El que se exilia por hambre. El hambre es la forma más sutil de persecución política.

 

BRUNA: ¿Es suyo ese pensamiento?

 

OSCAR: No, lo compré en la tienda de la esquina; me queda un poco grande pero se encoge en la primera lavada...

 

BRUNA: ¿Por qué nos mirarán de esa manera?

 

OSCAR: ¿Vio...? Nos miran como si fuéramos marcianos.

 

BRUNA: Será porque hablamos de otra manera.

 

OSCAR: Se creen dueños de este país.

 

BRUNA: Sencillamente porque llegaron antes que nosotros.

 

OSCAR: Unos descarados.

 

BRUNA: Me han hecho cabrear ¿Qué derecho tienen a mirarnos así?

 

OSCAR: Yo que usted les hablaría en su propio idioma y les diría que no vamos a permitir más atropellos.

 

BRUNA: (En inglés) Señores, somos exiliados, y les damos cinco minutos para que nos dejen un lugar en sus casas y nos inviten a almorzar, no tenemos papeles ni pasaportes y sus leyes no nos interesan, el mundo es de todos los seres humanos, estamos hartos de que se nos trate a las patadas y estamos hartos de que se nos pidan documentos en cada esquina, como si un documento fuera más importante que un sentimiento.

 

OSCAR: (Pausa) ¿Qué fue lo que les dijo?

 

BRUNA: Nada..... Que venimos de un país lejano que ya no existe porque nosotros hemos dejado de existir en él, un país donde crecían los castaños y los álamos Carolina y personas que no nos miraban así.

 

OSCAR: Ahora no nos miran como marcianos, nos miran con lástima.

BRUNA: No nos queda más que seguir recordando que alguna vez fuimos  de algún lugar donde no nos miraban así.

 

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